Pablo Huneeus
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Urbi et Orbi, domingo 13 de mayo de 2001

EL SAQUEO DE CHILE
por Pablo Huneeus

Si la mitad de lo que denuncia Maria Olivia Monckeberg en su libro "El Saqueo de los Grupos Económicos al Estado Chileno" (Ediciones B, 270 páginas, $4.500.-) es cierto, entonces Buchi, Carlos Cáceres, Brunno Philippi, Joaquín Lavín, José Piñera, Ponce Lerou, Alvaro Saleh, Yuraszeck y demás protagonistas de la magna obra serán pronto llevados al paredón.

El libro no es sobre los ricos en general, ni acerca de las maneras en que empresarios privados han hecho fortuna. No trata de Agustín Edwards, Eleodoro Matte o Constantino Kochifas, hombres todos que con mucho cacumen y garra han expandido las fronteras de sus imperios, sino que sobre un nuevo tipo de especulador que valiéndose del poder político se apodera de bienes públicos. Narra cómo ciertos funcionarios de gobierno se adueñaron de las grandes empresas formadas en la segunda mitad del siglo XX por el Estado, vale decir la Compañía de Acero del Pacífico CAP, la Empresa Nacional de Electricidad ENDESA con su vasta red de generadoras y embalses, la Línea Aérea Nacional LAN con sus jugosos derechos de ruta propios de la nación, la Compañía de Teléfonos de Chile CTC, el virtual monopolio de la telefonía, la Industria Azucarera Nacional IANSA, SOQUIMICH con todas las pertenencias mineras bajo protección del Fisco, etc., etc.

En cada caso circularon rumores, insidias infundadas decían, de que el procedimiento de privatización fue turbio, que los mismas autoridades encargadas de velar por el buen funcionamiento de dichas empresas terminaron quedándose con ellas, que los precios pagados fueron muy por debajo de su valor comercial, que Chile perdió miles y miles de millones por obra de estas "piratizaciones", además de las almas que quedaron sin empleo y de los nuevos valores que debió costear el consumidor por sus servicios.

Pero la información concreta, específica y documentada fue siempre escasa en estos tiempos sin libertad de prensa ni periodismo investigativo. También el maniobrar de las cúpulas financiero políticas que deciden el devenir económico del chileno se ha visto facilitado por ese gran ausente que es la opinión hecha voz. Uno que otro alegato sindical, y luego, el silencio de los inocentes.

Y en medio de la batahola de los derechos humanos, el dedo apunta a la verdadera y más profunda llaga hoy, que es la de los derechos económicos. Página a página, en el frío lenguaje de los informes financieros, María Olivia, periodista especializada en economía y negocios, va presentando las auditorias, informes de Contraloría, actas de directorio, acuerdos de gabinete, pericias contables y datos de las mismas memorias anuales que van configurando el accionar concertado de un grupo de tecnócratas del régimen militar.

Es un clan muy específico de economistas, el que estudia la autora. Mirados en conjunto provienen casi todos de una clase media empobrecida, hijos de pequeños comerciantes o agricultores venidos a menos, a menudo de provincia, y en su mayoría vinculados a la Universidad Católica para luego ser becados en Chicago. Llegan con lo puesto al servicio público: amplia sonrisa, la recomendación de un amigo, y un título que lo acredita estar embebido de la ideología neo liberal de los años '80. Al final del gobierno militar salen convertidos en multimillonarios, dueños de las principales empresas nacionales, de universidades, Isapres y Administradoras de Fondos de Pensiones, además de vastos fundos en el sur, minas en el norte y frondosos capitales invertidos en el extranjero.

La tesis central de Monckeberg es que los mentados "Chicago boys" actuaron cual banda delictual con el propósito de desarticular en su propio beneficio el aparato productivo del Estado y que esos 34 "hombres decisivos" (figura una sola mujer) siguen hasta el día de hoy controlando a su gusto y amaño la economía de Chile. Por ejemplo, mientras Yuraszceck desde el ministerio de Energía privatizaba ENDESA, Piñera desde el ministerio de Trabajo y Previsión Social facilitaba que se usaran los fondos de pensiones para tal operación para luego amanecer los dos como propietarios de tamaña empresa. Roberto De Andraca, como gerente de CAP del régimen militar emprende la privatización de esa compañía con el apoyo de Hernán Buchi, entonces ministro de Hacienda, operación que fue subsidiada por el fisco y tras la cual uno quedó de Presidente del holding (accionista mayor) y el otro de Vicepresidente.

A ratos uno se pierde en la complejidad, e ingeniosa chuecura de los asaltos a propiedad pública efectuados por los modernos bucaneros. Pero la investigación de la periodista enuncia ciertos temas que quedan dando vueltas: ¿Cómo lograron doblegar a los militares nacionalistas, como el general de ejército Fernando Hormazábal, a cargo de CORFO, quien se limita a dejar constancia de su desaprobación al saqueo en el memorando para la historia que cita la autora? ¿Por qué los demás encargados de defender la integridad de la nación no hicieron nada para impedir un despojo mayor que el de la Patagonia o cualquiera de las islas y arenales celosamente defendidos?

¿Cómo es que siguen las piratizaciones de propiedad pública -sanitarias, bosques magallánicos- en gobiernos elegidos para revertir ese modelo? Durante el gobierno de Aylwin, recordemos, se le vendieron al consorcio Trillium pedazos de Tierra del Fuego a un mil ochocientos pesos la hectárea.

¿Cuál es el rol de movimientos religiosos en la conducción económica del país? Indica la autora las vinculaciones de los distintos personajes con el Opus Dei y los Legionarios de Cristo, pero queda por investigar el fundamento ético que imparten a sus cofrades, sobre todo en lo referido al segundo de los siete pecados capitales, la avaricia o codicia de dinero. Parecen ser, además, grupos de socialización que le brindan al joven ambicioso una red de amistades y contactos muy útiles para ascender, sobre todo tratándose de recién llegados a la gran ciudad.

No olvidemos que las sectas se caracterizan por la creencia de ser los mejores, entonces es natural que los miembros de estos clubes de mutua admiración privilegien a los suyos por sobre quienes postulan por concursos abiertos de mérito profesional.

Curiosamente, muchas de las privatizaciones no fueron para crear en el país un sector privado fuerte, sino para terminar traspasando empresas del Estado chileno a otros Estados, como es el caso de CTC, y Endesa que ahora pertenecen al gobierno español. El puro traspaso de Endesa al monarca peninsular le reportó, asegura la obra, más de 500 millones de dólares a Yuraszeck y sus cómplices.

¿Será la historia que se repite?. O'Higgins, San Martín, Manuel Rodríguez, los padres de la patria se alzaron en armas para hacer de Chile una nación soberana, dueña de su destino. Antes del bicentenario ¿habrá que hacer otro tanto?



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