Pablo Huneeus
Seguir a @HuneeusPablo

Urbi et Orbi 91 Domingo 8 de octubre de 2000

EN VUELO A FRANKFURT
por Pablo Huneeus

Hay personajes de libros, como Sancho Panza o Romeo y Julieta, que a veces aparecen en la vida real. Pero nunca pensé que a 12.000 metros de altura sobre el océano Atlántico se me iba a sentar uno al lado.

Mejor dicho al lado de Verónica, porque yo me había agarrado el asiento 32 A del Lufthansa vuelo 527, que por estar tras la salida de emergencia tiene algo de espacio para las piernas. A mi me topan las rodillas en los aviones, en Clase Económica al menos, y para soportar el confinamiento debo adoptar la posición fetal, en cuclillas casi, con las rodillas en la nariz, posición que no practico desde mis tiempos en el vientre materno.

Pero en el fluido amniótico había donde moverse –patadas para acá, cabezazos para allá– mientras que en el avión estás condenado a horas de inmovilidad, con el consiguiente peligro de que un coagulo te tape una arteria, Trombosis a las venas y cabreamiento al espíritu, eso es viajar en avión, y mientras más rápido sea, mayor la parálisis.

Contra ese anquilosamiento forzado, el mejor antídoto es un buen libro. Elegí para la ocasión "El Péndulo de Foucault", de Umberto Eco, el autor de "El Nombre de la Rosa", la fantástica novela sobre un monasterio de la Edad Media que llevaron al cine con Sean Connery y Daniela Benavente.

Un mes antes, al primer capítulo había abandonado "El "Péndulo…" por encontrarlo demasiado enredado. Sin embargo esta vez, en el segundo intento como que empezó a darse. Belbo es un intelectual italiano, refinado, tremendamente erudito, que descifra la cábala de la orden de los Templarios, siglo XIII.

Pero ¿qué es esto? En alemán discuten la azafata y un hombre de anteojos, pasa adelante la viejita que había al lado y queda junto a nosotros Belbo en persona. El hombre de anteojos es igual a Albert Einstein y le ha cedido su asiento en la fila de emergencia, que tiene espacio adelante, a la señora.
Saca un cuaderno, dibuja signos, anagramas, circunferencias de números. Pasan las horas y cuando sirven la cena diserta sobre el nuevo bouquet de los vinos chilenos. Nos habla en castellano, francés, inglés, lo que venga. Sabe todo de todo, lleva ocho semanas en Buenos Aires, ha vivido en Caracas, Lituania, Tokio. Se llama Bernd, es matemático de la Universidad de Berlin, y miembro de una secta misteriosa llamada TERA (Turbo Evaluation & Rapid Algorithms). Son 28 académicos de Alemania, Francia, California y Argentina que viven en constante contacto cibernético, planeando congresos, intercambiando fórmulas, y sobre todo, deduzco, craneando juntos como dominar el mundo.
Le cuento del libro que voy leyendo, donde los circunloquios para descifrar la contraseña del computador de Belbo ocupan dos capítulos.
"No" me dice, ", está atrasado Umberto Eco, "hoy día mis alumnos en tres minutos abren cualquier password, con un programa de algoritmos que repasa todas las opciones"
Amanece con los Alpes a estribor. Blancas cumbres a la vista, montes bávaros quizás.
Empieza el descenso, llueve en Alemania, un avión tras otro viene aterrizando. Jets de Etiopía, de Sud Africa, de Mongolia y Alaska. En los pasillos del aeropuerto teutonas de ojos azules, hindúes de turbante, latinos, algunos germanos típicos también. Las razas apuntan todas a una, se van mezclando los rasgos, hasta las morenas están todas rubias ahora y los jóvenes, de cualquier color u origen, son altos en este milenio, mucho más altos y bien formados que sus padres del siglo XX. Va para arriba la especie humana.
Belbo, el de las cábalas templarias, quedó guardado en el libro, mientras Brend, el de los algoritmos, se esfumó por un pasillo a Berlín. Pero no del todo, porque ahora cada vez que abro el Péndulo el sabio alemán me mira a través de sus gafas.


Pablo Huneeus
pablo@pablo.cl


Contacto Pablo Huneeus