Pablo Huneeus
Seguir a @HuneeusPablo

A FUEGO MATA LÚCIFER
por Pablo Huneeus

Lo sospeché de un comienzo porque a los trece años debí respirar fuego y sentirlo en mi piel cuando un incendio forestal, venido desde Bucalemu y Santo Domingo, se abalanzó sobre el fundo Leyda, inflamando a su paso el cerro Las Rosas.

La campana repicando sin cesar para alertar a los inquilinos, caballos enloquecidos que arrancan hacia las llamas, conejos que salen cual teas ardientes corriendo y centenares de ovejas que urge arriar hacia las casas. Cercas de deslinde, bebederos y aguadas naturales, sauces y peumos de sombra, todo reducido a brasas humeantes. Y fue de refilón no más; lanzallamas en ristre el demonio siguió hacia el fundo San Diego, el Paso de la Sepultura y Pangue.

Lo otro, fue una columna de humo blanco que avisté contra el cielo azulado tipo ocho de la mañana del 1° de enero de 2010 a un costado del cerro Manquehue. A esa hora bomberos ni nadie salió al teléfono, estamos en Chile ¿no? Como las llamas no esperan, fuimos en auto con la Vero por el final de la vía Roja hasta el final del pavimento. De ahí, de bototos puestos y pala al hombro, seguimos cerro arriba a apagar lo que fuera.

La columna se erguía derecha, indicación de que no había viento alguno, por lo que si era uno de esos globos que eleva la gente la noche de año nuevo, podría uno contenerlo.

Por ahí, nos encontramos con el abogado Rodrigo Asfura Kuncar, por lo que la ciencia jurídica y la sociología uniéronse en la idea de apagar llamaradas de origen humano, antes que se propaguen.

A patadas y palazos, logramos apagar los restos del globo y la fogatilla que había iniciado a su alrededor, incluyendo un espino sorprendido in fraganti sirviendo de antorcha. Por eso, cuando llegaron los trasnochados brigadistas, la cosa estaba ahí no más. Bueno, que aún no salía la ventolera de mediodía, ni llegaba la sequía.

En plena pandemia de incendios forestales e infernal calentamiento, una investigación independiente del diario «The New York Times» confirma que comparadas con las cifras oficiales, son tres veces más las muertes ocasionadas por el calor y los incendios de junio pasado. Sólo en los estados de Oregon y Washington (a orillas del Pacífico) son cerca de 600 decesos más en la semana crítica que los registrados en igual período el 2020.

Igual, por todo el mundo son absurdamente bajas las cifras oficiales de muertos por incendios forestales en relación a la magnitud del evento. Puede ser porque mucha gente sencillamente queda incinerada, hecha cenizas, como en el bombardeo anglo americano de Dresden, una joya de estilo barroco a orillas del río Elba, estado de Sajonia, Alemania, del 13 al 15 de febrero de 1945.

Tres días, oleada tras oleada, cuando ya había colapsado el régimen Nazi, un millar de cuadrimotores aunados en la «Operación Gomorra» terminan provocando un «firestorm», suerte de tornado de llamas furuiosas comparable al que provocan las bombas atómicas, que literalmente incineró a decenas de miles de niños, artistas, mujeres y demás civiles no combatientes que se habían refugiado en subterráneos de edificios, criptas de iglesias y cavidades del Metro.

El pretexto que dio Churchill para lanzarle a una ciudad indefensa, de gran valer cultural 4.000 toneladas de bombas incendiarias y convencionales, fue impedir que cayera en manos de los rusos, a la sazón a menos de 200 km.

Ahora, el pretexto de la industria forestal para cubrir el planeta de pino insigne y eucaliptus globulus, plagas arbóreas que ni los chivos comen, es impedir la desertificación y oxigenar la atmósfera, o sea justo lo que provocan.

Por la superior capacidad de esos árboles de extraer humedad, secan todo a su alrededor. Para facilitar la cosecha con monstruosas máquinas, los plantan apretujados, todo en terrenos públicos, llanuras, bosque nativo, praderas naturales y pastizales de ganado.

Encima, la industria de la celulosa y la madera, cuenta con millonarias bonificaciones instauradas en el Decreto Ley 701 del 28 octubre de 1974 promulgado por « AUGUSTO PINOCHET UGARTE, General de Ejército, Comandante en Jefe del Ejército, Presidente de la Junta de Gobierno.- JOSE T. MERINO CASTRO, Almirante, Comandante en Jefe de la Armada.- GUSTAVO LEIGH GUZMAN, General del Aire, Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea.- CESAR MENDOZA DURAN, General, Director de Carabineros.- Tucapel Vallejos Reginato, General de Carabineros, Ministro de Agricultura…»

Obra de muertos el dichoso DL 701, mantenido vigente por vivos que reciben del Estado millones de dólares anuales por plagar de plantíos comerciales, que son fácil presa del fuego, desde dunas a terrenos recién incendiados.

Si hay algo tétrico de recorrer caminando, es un bosque de pinos. Flores, enredaderas o chincoles, nada. Sólo el zumbido acerado del viento meciendo las copas.

PS En los videos sin palabras del incendio Caldor de California, resalta el pino insigne como causa de los holocaustos forestales que asolan el planeta. Hacia dónde uno mire en esas imágenes, no hay árboles nativos ni estratos medios de vegetación, sean arbustos, matorrales o praderas abiertas. Sólo el ominoso tronco recto y perfectamente cilíndrico de la rentable conífera, poste con ramas que acidifica el suelo y seca la atmósfera, hito de la industria de la madera, maldición del mercantilismo apátrida e infierno ad portas.

Contacto Pablo Huneeus