Pablo Huneeus
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EL PEUCO EN LA NIEBLA
por Pablo Huneeus

Esta madrugada, justo al momento de abrirse la niebla que cubría el valle, un apuesto Parabuteo unicinctus se posó sobre la copa del pino gigante, que hay a cuarenta metros de la terraza. Conocido también como peuco, gavilán, y ladrón de gallinas, apareció de la nada en absoluto silencio. Lo divisé de lejos, pero él me vio antes.

Es el primer día de mis próximos ochenta años, y he salido a tomar aire. La bruma ha humedecido los faldeos del cerro Manquehue, que domina Santiago.

Entre que apunto la Canon y estiro el zoom, me dejó tomarle varias fotos de estudio, así quieto y contra el fondo grisáceo que tapa los edificios del plan. Pero al partir, y por chiripazo, dejó ésta en movimiento, como diciendo: mira las medias garras que tengo, ¡cuídate! (Ver Imagen)

Antiguo habitante de estos lares, se siente en casa desde Wyoming al Cabo de Hornos, donde controla la plaga de roedores pulguientos que asola al continente.

Dada la pandemia de pensamiento único, (suena a Parabuteo unicinctus ¿no?) que afecta a la mente humana, quiere el rapaz de garra abierta aprovechar la cuarentena para degustar ratas de alcantarilla. Endémica del gobierno central, la especie Webeo burocráticus, abunda a nivel local, en la inefable «Ilustre Municipalidad» que de Paiguano a Pencahue, yendo de Taltal a Tiltil, y sin olvidar Chonchi ni Chonchol, hay en 345 de las 346 comunas del país. La referida a la Antártida ¡pobres pingüinos!, no tiene.

Son miles, que te esperan ansiosas, heroico cuarentenado, con silla, escritorio y computador en ristre, que te acerques a pagar. La silla, es para que no te desmayes al saber el total. Que el permiso de circulación y la patente del negocio, que las contribuciones y las multas empadronadas o inventadas, que el permiso de obra y la licencia de conducir, todo inflado, como el alcalde, que se echa sus seis palos al mes, más quizás cuántos el director de obras y el juez de policía local.

A pagar, a pagar, que te vamos a cagar, es la consigna edilicia.

El jote viene a la carroña, pero el peuco a la elusión, a vuelo rasante entre los árboles. Astuto como el zorro y ligero como el relámpago, es maestro en el arte de evadir.

Por eso, si la caridad comienza por casa, la justicia social parte por la comuna. Y es por la fuerza de la necesidad, que el boicot municipal ha de quebrar la uña más indefendible del abuso, para así construir desde sus cimientos la democracia directa que Chile merece.

¿Cuánto pagarle al alcalde? La comuna lo decide por plebiscito. ¿Quieren convertir un parque en mall y un barrio humano en edificios inmobiliarios? Cabildo ciudadano. ¿Qué es hora de zafarse de tal director de educación o de obras? Referéndum revocatorio. ¿Se fueron al chancho con las multas y patentes? No pagarlas; ni una, nadie y nunca, para que sea efectivo el boicot.

¿Y quien manda aquí? La gente misma, sin los consabidos intermediaros que se adelantan a decidir por uno, y directamente por votación popular, más constante participación.

Moraleja: Vox populi, vox Dei.

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