Pablo Huneeus
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EL FÚTBOL, JUEGO DE AMOR Y JUSTICIA
por Pablo Huneeus

No es el dinero lo que mueve el mundo, es Eros, el dios primordial gracias al cual existimos. Ahí, entonces, estaría la clave del fútbol: es una recreación sublimada del acto de amor, un homenaje a la cópula de hombre con mujer.

La pelota –símbolo de virilidad– ligera y escurridiza, busca penetrar el arco contrario, que representa el pórtico del fruto prohibido. Celosamente lo protege el padre de la novia, quien a pies y manos se esmera en desbaratar las malas intenciones del intruso. Virginidad o muerte, es la consigna del arquero.

El gol arranca bramidos de admiración cuando infla la malla, vale decir al rasgar el himen de la virtud. Ha caído el ángel custodio ¡viva la vida! Ahora la hembra lleva nuestra marca, siente el bando entrador.

Y los del arco abatido, cabizbajos y resentidos por la afrenta, no tienen otra salida que violarle la inocencia a la vestal del contendor. Viene el contragolpe, con furia. “Creced y multiplicaos” (Gén. 1, 28) es el mandato bíblico y goleaos los unos a los otros, clama el público.

Desde esta perspectiva sicoanalítica, por no llamarle sexológica, el fútbol sería un baile ritual de galanteo. Por un lado una cuadrilla de danzarines busca violar la doncella emblema del rival, –la bandera de lucha– y por el otro, los contrarios se empeñan en defender la propia.

Ataque y defensa, insinuación y rechazo, coqueteo y estratagema, el burlador de Sevilla y las llamas del infierno (tarjeta roja), son todas fantasías eróticas del inconsciente, diría el pionero en explorar la psique humana, el neurólogo y estupendo escritor de ideas, Sigmund Freud (1859-1939).

Así todo, la mirada sociológica, más atenta al fenómeno colectivo que a los intersticios de la mente, advierte en el fútbol otras dimensiones: es también un juego de justicia.

Su atractivo reside en ser la puesta en escena de una de las mayores edificaciones de la inteligencia humana: el Derecho Romano. Iniciado por Solón, siglo VI a.C., el arconte de Atenas que acaba los privilegios de clanes e instaura la democracia, culmina con la Declaración Universal de Derechos Humanos, 1948, que sienta las bases de una buena calidad de vida.

Desde la antigüedad, la idea central del derecho de inspiración greco latina es reemplazar los antojos del tirano por normas escritas que se dan libremente los propios ciudadanos. Lo que hace la Magna Carta de 1215, quizás la primera Constitución de la era moderna, es obligar al rey Juan a actuar dentro del marco de la ley, que es precisamente de lo que trata el fútbol: corretear según el reglamento.

Otra idea fuerza del Derecho Romano es que la convivencia se regula por normas de inspiración lógico racionales, en lugar de las de carácter mítico religioso. Sin ser antirreligioso ni carente de supersticiones, el fútbol es esencialmente laico.

Es el imperio de la ley lo que admiramos del Mundial. Que prime la selección de individuos de un país sobre el poderío militar de la nación, que se cumplan los compromisos libremente asumidos y que haya chutes sí, pero no patadas. “Fair play”.

La igualdad ante la ley, la necesaria imparcialidad del juez, la transparencia (cada movida a luces vista), el juicio rápido (la justicia lenta no es justicia) los mecanismos pacíficos de resolución de conflictos, fuerza sin violencia, todo esos ideales del derecho están sobre la cancha.

Hasta el “Ius singulare” (la ley para un grupo singular) aparece en la forma de prerrogativas del arquero, y de nadie más, a meter las manos y solamente en el área penal.

También el fútbol hace una demostración práctica del principio de que la magistratura, el policiamiento de la sociedad, no debe frenar el natural desenvolvimiento de la actividad humana, en este caso el juego.

Al fin de cuentas, el burocratismo nuestro de cada día, junto a la robatina de las autoridades, desangran el desarrollo.

Se llega, incluso, a que el fútbol le lleve la delantera a la judicatura oficial en el rayado de cancha, en transparencia, sobre el césped al menos, y en desalentar fechorías como el falso testimonio. Hacerse la víctima, mendigar pensiones, pasar parientes muertos en accidentes de tránsito como detenidos desaparecidos y vivir de subsidios en lugar de trabajar, da plata en nuestro medio.

Pero en Sudáfrica ¡que ejemplo!, por hacerse la víctima cuando le quitaron la pelota, –el típico “piscinazo” para simular un penal– al mago Valdivia le aforraron una amarilla.

Moraleja: A Eros le debemos la existencia individual, pero a Themis, la vida en sociedad.

Ella, la diosa de la Justicia, la de una espada en la mano derecha y una balanza en la izquierda, es hija Uranos (el cielo) y Geo (la Tierra). Dotada de talento para intuir el futuro, Themis tuvo tres hijas que nos dejó sobre el planeta con el encargo de respetarlas, más que fuera por nuestra propia conveniencia.

Sus nombres, por si alguien las ha visto por ahí, son: Equidad, Ley y Paz.

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