Pablo Huneeus
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SEPTIEMBRE, MES DE LA DROGA
por Pablo Huneeus

No bien se anuncia en Chile la primavera, con sus días más largos y sus noches más cálidas, y empieza la ingesta en grande de bebidas embriagantes como el vino, la cerveza, la chicha, y el aguardiente o pisco.

Todas ellas traen como elemento activo el químico CH3CH2OH, líquido inflamable, volátil y de resonancia cerebral, también conocido como alcohol etílico o de beber.

Cualquiera sea su grado de concentración, “bouquet”, o aromatizante primario, la droga alcohólica afecta la coordinación físico-motriz (precisión, cálculo de distancia, equilibrio) y las funciones mentales de pensamiento lógico, percepción de riesgo, auto control e interacción social, la que en jóvenes se torna belicosa y en mayores, majadera.

Está presente en mucho crimen, accidente de tránsito, ruptura familiar, demencia precoz y degeneración del físico. De hecho, a lo largo de la historia no hay nada que haya degradado tanto a la raza chilena como el vino. Es mundialmente sabido el daño que inflige a la economía del país, según la Asociación Chilena de Seguridad, en uno de cada tres accidentes laborales está presente el alcohol, como seguramente lo está en mucha torpeza empresarial que se mantiene bajo cuerda.

Encima, su ingesta puede hacer a una persona física y psíquicamente dependiente del alcohol, sino guiarla de la mano a estupefacientes más alucinantes, como la cocaína y los fármacos derivados del opio.

La producción y tráfico de alcoholes da pie a una de las industrias más rentables y perversas del país. Las grandes viñas, pisqueras y cervecerías, junto a los importadores de vodka y whisky, buscan con premeditación y alevosía ocasionar la adicción a su mercancía en personas cada vez más jóvenes.

Es así como la edad de iniciación alcohólica va continuamente bajando, junto con extenderse ahora a la mujer y el hogar. Esto, en gran medida por obra de la presión publicitaria que ejerce la industria, la que se basa en la creciente aceptación social de que goza el alcohol en Chile. Por eso, son cada vez más frecuentes los adolescentes curados y las fiestas de colegiales y “viajes de estudio”, que terminan en ruidosas parrandas de copete y sexo.

Por su parte, el Gobierno de Chile y la clase política en general, lucra de los impuestos que brinda esta droga. Sus bufones la ofrendan en todos sus actos oficiales y edificios públicos. ¿Y por qué no la marihuana que es tanto más barata? Por eso mismo: el cáñamo es demasiado simple como para cobrarle el IVA.

Si somos los ingleses de Latinoamérica, es hora de aplicar las medidas que acaba de proponer al parlamento de Westminster el Ministerio de Salud de Inglaterra:

+ Prohibición absoluta de publicitar por cualquier medio bebidas embriagantes de todo tipo.

+ Término a la práctica de que traficantes de droga alcohólica auspicien eventos deportivos o clubes de fútbol.

+ Aumento de las horas de restricción a la venta de alcoholes en supermercados, cantinas y bares.

+ Hacer a la industria del alcohol asumir la responsabilidad civil (pago en plata) de los perjuicios que causa. En esta línea, así como ahora el que llama a una manifestación paga los daños, es hora de aprobar una ley por la cual quien incita al consumo de alcohol (viñas, medios de comunicación) indemniza a la policía, bomberos y ambulancias el costo de los operativos, de alto riego algunos, que debe desplegar a causa de que se tome.

Nota: si alguien sabe de una carretera sin conductores bajo el efecto del alcohol, de una “Semana de la Chilenidad” donde no exalten el vino, o de una fonda en que se ría y se cante con la mente despejada, por favor avise.

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