Pablo Huneeus
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EL DEBATE DE LA FARANDULA
por Pablo Huneeus

Anoche, las pantallas de Tontilandia brillaron con una farandulesca producción televisiva. Justo a la hora en que el pueblo trabajador se echa a dormir, pues debe levantarse temprano a mover las industrias, aparecen muy maquillados y compuestos los cuatro aspirantes al trono presidencial. El evento era obra del canal de una religión venida de Roma (TV 13) en connivencia con otro (CNN) de Atlanta, Estados Unidos de Norteamérica.

Entre sus auspiciadores (los que pagan por publicitarse en la ocasión) destacaba el “Banco de Chile”, entidad financiera sindicada de lavado de dinero en Nueva York, de facilitar el tráfico de armas a Croacia y de haber tenido contratada en Villarrica a la ejecutiva que alivianó de su fortuna a unos agricultores suizos. Gracias a los 120 millones de dólares que el 2000 le concediera el Estado, su propietario de ascendencia croata, Andrónico Luksic Craig (el mismo buscado por la justicia en el caso Lucchetti) pudo fagocitarse al banco Edwards y con ello echar a la calle a unos mil empleados.

Encima, en el mejor estilo del sistema financiero que asola al país, el mentado banco se permite cobrarle a nuestra editorial $40.773,00.-, más un “int. penal” de $4.662,00.- por un préstamo que aduce habernos concedido el 15 07 2005, en circunstancias que un mes antes cerramos en cero, todo conforme, la cuenta que un tiempo tuvimos en dicha organización.

Noche de mandatarios era, pues en otro canal estaba la inefable esposa de quien fuera presidente de Argentina, haciéndole abluciones orales a una batidora importada de marca Oster. Muy buena, decía, estupenda. La sandwichera, otro tanto, de comérsela.

Debate: “Controversia sobre una cosa entre dos o más personas”, dice la Real Academia. En lugar de eso, estaban en un mullido semicírculo de fondo azul, cada uno parapetado tras un podio acrílico de predicador evangélico, desde donde contestaban preguntas a la usanza del programa “Quien quiere ser millonario”. En ese formato, la bolsa del concursante aumenta en función de sus respuestas.

CHICOS ENTAQUILLADOS

El enfoque de medio cuerpo tras el podio es engañoso porque oculta la verdadera estatura del contrincante, factor clave en un país donde los únicos presidentes probos y competentes en los últimos cincuenta años han sido precisamente los que sobrepasan el metro ochenta: Jorge Alessandri Rodríguez (1958—64), Eduardo Frei Montalva (1964—70) y Patricio Aylwin Azócar (1990—94), todos hombres de una estatura física y moral ni cerca igualada por los chicos entaquillados de la política criolla.

Con razón, Carabineros de Chile selecciona para la guardia de palacio en La Moneda, justo a sus más altos efectivos.

Igualados de porte, no queda más que estudiar las caras que tanto nos muestra la propaganda como señuelo del voto. ¿Lo dice todo el rostro? ¿O son máscaras de la publicidad para ocultar el yogur vencido? Aquí los teníamos en acción, supuestamente en vivo y directo exhibiendo sus gestos faciales, muecas inconscientes, movimientos de manos, implantes, teñidos de cabello, en una palabra, la transferencia que irradia una persona al hablar.

Sebastián Piñera Echenique pestañeaba demasiado para creerle. Cuál actor expectorando un libreto imposible, parecía atorarse con alguna de sus afirmaciones y en esos momentos el pestañeo se aceleraba fuera de control. ¿Alguno de los aviones de su flota en emergencia? ¿Huelga de pilotos? Quizás por alguna falla de iluminación su rostro se veía cruzado de sombras.

Joaquín Lavín Infante, ¡uy!, estamos cansados de ver sus rubicundos afiches ofreciendo alas, presa de gallina que en nada atrae a quienes preferimos pechuga. ¿Se arregló los labios? Si no, imposible declamar loas a la libertad cuando se ha apoyado con tanto entusiasmo y dividendo la tiranía financiero militar 1973—90 que presidiera Pinochet. Con el Opus en el alma y la svástica en el corazón ¿no será la mirada fija y el paso de ganso lo que tiene en mente?

PURO TEATRO

En teatro, el actor debe convencer que es de hecho el personaje que representa. Está tan compenetrado Lawrence Olivier de Ricardo III, que nos hace olvidar completamente su realidad de gringo contemporáneo para que fluya sobre su persona el reyezuelo cojo, de voz impostada y moral pútrida, que legara Shakespeare. Acá, en cambio, los actores se ponen el abrigo del personaje sin meterse en su piel.

Ídem, los políticos. No convencen cuando viniendo de la oligarquía financiera o de sectas elitistas, adoptan discursos populistas. Menos en un país chico, como Chile, donde todos nos conocemos.

Michelle Bachelet Jeria no impresionó por su verba ni su discurso. No habla bien, dirían en la academia de oratoria, pero fue la más sincera, la única persona que estaba ahí de cuerpo y alma, en toda su humanidad. ¡Cuídela Dios de sus amigos, que de sus enemigos me cuido yo!

Tomás Hirsch Goldschmidt, una novedad del mundo “extra parlamentario” donde habitan los políticamente desposeídos, esos infelices sin cuñas ni sobresueldo, condenados a parar la olla con sus manos. Planteó cosas que la oligarquía santiaguina prefiere no oír, como el enriquecimiento de los gnomos financieros a costa de los pensionados y el estado del medio ambiente en que vivimos. Así todo, rondaba sobre su cabeza el aura de tiro al aire.

De regiones, nada. Pareciera que no queda gente en Chile, es todo empresas e instituciones, o que el pueblo trabajador —maestros, temporeras, mineros— ha sido silenciado por las pinturitas que copan los medios.

“¿Qué hace vivir a la sociedad capitalista?
—El trabajo.
¿Qué ofrece la sociedad capitalista a quien le da su trabajo?
—Huesos a roer.”
(Georges Bataille, 1936.)

En cuanto a ideas, el único momento en que pareció podría surgir alguna fue cuando Constanza Santamaría le preguntó uno a uno lo primero que harían al llegar al poder.

Nadie mencionó siquiera el opresivo impuesto IVA que en 1976, tras el asesinato de Orlando Letelier, instauran los “Chicago boys” a lo Lavín y que hasta el día de hoy sobrecarga en casi un quinto el precio del pan, de los libros y demás bienes de primera necesidad, incluyendo la insulina para el diabético y la tejuela para el techo.

En cambio, los negocios de ricos siguen exentos de tan sanguinolenta exacción. No pagan IVA los “productos bancarios”, (préstamos, tarjetas de crédito, cobro de intereses) las “maquinarias bélicas” para las FFAA, sean de defensa o de represión social (carros lanza agua, gases lacrimógenos, laques), la marina mercante, las religiones y por supuesto, los pasajes aéreos que vende casi en exclusiva LAN, aerolínea otrora de todos los chilenos, hoy de Piñera.

Si ninguno piensa bajar el IVA al libro, factor clave para la educación y la cultura, ninguno me interesa.

“El IVA al libro genera cada año alrededor de 18 millones de dólares, es decir, 9.800 millones de pesos.” (Consejo Nacional del Libro y la Cultura, 2005.)

O sea, toda esa farándula es para que aguantemos más de lo mismo, motivo por el cual me cambié a la bella de la Oster. Interesante, esa batidora: cuando se le echan ingredientes que por sí solos no saben bien, como los del debate, tiene un botón para hacerlos todos puré.

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