Pablo Huneeus
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EL LEGADO DE LOS LEGIONARIOS
por Pablo Huneeus

Desde que la oligarquía santiaguina le cediera al aventurero inglés John Thomas North las salitreras ganadas en la Guerra del Pacífico, no ha habido mayor sometimiento a extranjero dominio que la cesión masiva de niños ricos a los dictados del cura irlandés John O'Reilly LC.

A fin de satisfacer las apetencias del refugiado alemán Paul Schaffer, la Colonia Dignidad fabrica sus propios niños-esclavos, los que son desgajados de sus progenitores para que el Führer los amaestre cual bestias de tiro. En cambio, los conspicuos del barrio alto crían en familia hijos para luego, pagando onerosas colegiaturas, confiarlos de cuerpo y alma al irlandés errante que vino de Cuernavaca en busca de fortuna.

Discípulo ferviente del emprendedor religioso Marcial Maciel Degollado (1920-2008), un mexicano que llegó a regentar una corporación multinacional de proselitismo reaccionario, O'Reilly no podía sino navegar las mismas aguas.

De origen rural e infancia penosa, Maciel fue expulsado de dos seminarios antes de ser ordenado sacerdote católico gracias a un tío obispo que tenía.

Pronto, el santo sobrino demostró una extraordinaria habilidad para recaudar millonadas de feligresas acaudaladas y narcos deseosos de pagar en dólares un pasaje al cielo en clase “business”, todo sin preguntar cómo fue habido el dinerillo donado, ni rendir cuenta alguna, o pagar impuestos.

Adelantándose a lo que había de ser la industria educacional, funda en 1941 una cofradía llamada “Legionarios de Cristo”. Tiene el doble objetivo de subyugar el alma juvenil y de sacarle plata al ultra pudiente que pone ahí a sus retoños, plata con la cual compra favores eclesiásticos, propiedades fastuosas y silencios de los seminaristas y colegiales que sodomizaba duro y tupido, más pensiones de gracia para los al menos seis huachos que engendró a distintas novicias.

El lema de dicha asociación “Adveniat Regnum Tuum!” (¡Venga tu reino!), denota el carácter impetuoso de su proceder. Ya el 2011 ostenta en 37 países de cuatro continentes, tres obispos, 889 sacerdotes 2,373 seminaristas, 15 universidades (Red Anáhuac), 43 establecimientos de educación superior y 175 colegios con cerca de 125.000 alumnos. Sólo en Latinoamérica, o sea de Panamá al sur, ostenta veinte residencias y 122 centros de adoctrinamiento confesional.

Además, su destacamento de laicos, “Regnum Christi”, tiene ya 68 mil efectivos, muchos de los cuales son jóvenes “consagrados” que han hecho un juramento de obediencia debido al cual mucha niña de buena familia, al igual que la peonada sacerdotal, termina esclavizada en sus amurallados recintos. Las obligan a reducir el contacto con su padres a un par de llamadas anuales –cumpleaños y pascua– y van a parar a Brasil o Estados Unidos, donde sin contrato legal, sueldo, vacaciones pagadas, ni previsión de salud o vejez, se desloman pelando el ajo a beneficio de la legión.

Apodados “Millonarios de Cristo”, como su organización no da lugar a balances o auditorías, mueven secretamente sus dólares por la banca transnacional, y sus propiedades están exentas del pago de contribuciones, no es fácil saber cuántos millones recaudan al mes, si cumplen con las leyes de cambio, ni qué hacen con todos esos recursos que succionan del tercer mundo.

Respetado en la Santa Sede por las platas grises que le transfiere, en 1946 Pío XII le dio a Maciel su personal bendición apostólica, para luego, en el “aggiornamento” (puesta al día) de la Iglesia lanzada por Juan XXIII con el Concilio Vaticano II (1962-65), dejarlo al frío, sin ascenderlo a monseñor u obispo.

El Estado Ciudad del Vaticano (Status Civitatis Vaticanæ), un reino de apenas 44 hectáreas y 900 habitantes detenta, a través del Santo Oficio, uno de los más antiguos, extensos y mejor informados servicios de inteligencia del planeta, sobre todo en lo que concierne a las andanzas del clero. Si, tal como me contara un cura del San Ignacio, estaba fichada su broma de escribir en la pizarra del noviciado San Tiroteo, en vez de San Timoteo, con mayor razón la sacra oficina de la Inquisición estaba enterada, desde mucho antes de hacerse público, lo degenerado que era el fundador, y modelo de rol de los legionarios.

Con la furibunda reacción de la derecha religiosa al Concilio, el neofascismo clerical apuntaló con hierro las sectas de clase alta. En ese ambiente de recuperación a fuego, Pablo VI en 1965 le extendió a Maciel un «Decreto de Alabanza», virtual patente de corso, como la dada por la reina Isabel I a Francis Drake en 1577, para que los legionarios partieran, machete en ristre, a depredar donde sea que haya creyentes platudos.

Pero su mayor protector fue el primer pontífice no italiano desde 1523, el polaco Karol Jósef Wojtyla, Juan Pablo II. Además tenerlo a su lado en sus giras a México, el 2001 en su alocución por los sesenta años del conglomerado, según reza el diario papal, “L'Osservatore Romano”, lo congratula “por vuestra característica fidelidad al sucesor de Pedro” y “vuestro espíritu de auténtica caridad evangélica.”

Y todo este emprendimiento de barniz cristiano se caracteriza por impartir una formación más opresiva que liberadora del potencial humano. Verdaderos símbolos de estatus, para lo caro que son sus encumbrados colegios, la educación que imparten es reguleque no más. No enseñan inglés, ni buena redacción escrita en castellano. De ayuda al prójimo, humildad de espíritu y apego a la familia, nada. Arrogancia personal e ideología neoliberal es la tónica.

Siguiendo los lineamientos de dicha agrupación de tinte religioso, que no son muy distintos a los del Opus Dei y de Schönstatt, (acaparar dinero, adorar más al fundador que al Nazareno, violencia sicológica contra sus adeptos) tras dos décadas explotando los yacimientos de chequeras rebosantes que hay en la capital, O'Reilly & Co., ha llegado a poseer una red de colegios y universidades en los cuales hace y deshace.

Tanto así, que en 2008, cuando Bernardita Barros Vial, María Trinidad de la Carrera Bezanilla, Elisa Contreras Searle, María del los Ángeles Costa Arteaga, Magdalena Echeverría Larraín, Valentina Errázuriz Gandolini, Eloisa Garreaud Sutil, Magdalena Rodríguez Hermosilla y Bernardita Valenzuela Prado murieron camino a Putre en un viaje de estudios del colegio legionario “Cumbres”, J. O. convirtió la exequias de las niñas en un grande evento de autobombo. Es de carácter marcadamente egocéntrico.

“Hay dolor, pero también mucha serenidad” bramó O'Reilly, y sin atender al natural sentimiento familiar de llorar en privado a una hija malograda, dispuso que los cuerpos fueran llevados del aeropuerto al colegio para un mediático funeral colectivo. Ahí, convertido en actor estrella, se lució cual Fortinbras en Hamlet, el príncipe que tras la tragedia trae esperanza.

Pero a él, todo se le aguanta, como que le hicieron una ley especial para darle nacionalidad chilena. Ahora está acusado en ese mismo colegio de sacar niñas de clases para llevárselas a la sacristía so pretexto de efectuarles “ejercicios espirituales”. Y nuevamente, los rectores del pensamiento único, con su prensa absoluta, su tele uniformada y sus influyentes picapleitos, se concentran en compadecer al irlandés, sin que nadie ampare a sus víctimas.

En busca de una explicación, surge primero la prestancia física del “padre John”, como lo apodan, emocionadas, sus fans: De tez blanca y contextura regordeta, resaltan sus ojitos azules, los mismos que vemos en los fanales quiteños que representan al niño-Dios cual querubín rubio de ojos celestes, como si la santidad y la belleza fueran atributos exclusivos de la raza blanca.

A eso, añádase su modo extrovertido, su acento gringo y los ademanes homo eróticos de su lenguaje corporal para entender su capacidad de mesmerizar, no a la zarina de turno, como lo hiciera Rasputín, sino a toda una clase social. Para mucho pudiente es la fusión de Dios con la codicia desatada, el contrapeso a una Iglesia basada en el hijo de un carpintero y antídoto contra estudiantes que expulsan mercaderes del Templo (Ver el evangelio según San Juan, capítulo 2, versículos del 13 al 25).

Bien hecho la madre de familia que alzó la voz, aún a costa del oprobio de los embelezados con O'Reilly, y de tener que retirar a mitad de año a sus demás críos del colegio. ¿Dónde está “la auténtica caridad evangélica” con la frágil víctima?

Vergüenza nacional, tantos que sabiendo callan.

Y al respecto, sepan maestras y profesores que están por ley obligados a denunciar a la fiscalía cualquier abuso, matonaje (“bullying”) o crimen de cualquier naturaleza que se cometa contra niños.

En efecto, el Código Procesal Penal, (Art. 175, letra e), apunta imperativamente, so pena de cárcel, entre quienes deben denunciar anomalías a “Los directores, inspectores y profesores de establecimientos educacionales de todo nivel, los delitos que afectaren a los alumnos o que hubieran tenido lugar en el establecimiento.”

Ya a un prelado católico de la Arquidiócesis de Filadelfia, monseñor William Lynn (61), tras trece días de juicio oral el 24-jul-12 fue condenado por hacer la vista gorda ante las denuncias contra uno de los 800 curas que le correspondía supervisar. Sabiendo de las inclinaciones del sacerdote, en lugar de denunciarlo a la justicia, optó por cambiarlo de parroquia, con lo cual cometió el delito de conspirar en violación de menores, crimen por el que le aforraron, tres años de presidio efectivo en cárcel de máxima seguridad.

–Vd. monseñor, sabía perfectamente lo que era correcto, –le dijo el juez tras el veredicto del jurado, –pero optó por el mal. Posteriormente, en la corte de apelaciones, no fue acogida su petición de libertad condicional (bail).

Por su parte, doña Ana Guerrero Huerta, quien por 32 años fuera Inspectora General del antes laico y ahora legionario colegio Apoquindo Femenino, afirma a EMOL (1/08/12) haber visto a O'Reilly y otros clérigos llevarse niñitas a la sacristía. Agrega que “muy sacerdote será, pero también tiene que estar detenido" junto a los dos auxiliares de ese instituto de estudios que están presos por abusos sexuales.

¿Y mister North? Se llevó el salitre y las utilidades de los doce mantos que pasó a controlar en Tarapacá. Con ello, financió la revolución conservadora contra el presidente Balmaceda, para luego radicarse en Londres.

Eran cosas, plata. En cambio ahora quedan seres vivos: toda una casta de juventud mal educada, contrariada consigo misma e incapacitada para convivir en armonía con el país real. Imbuida de elitismo, en lugar de aunar a la especie humana, aumenta la brecha entre los unos y los otros.
* * *

RÉPLICA
Los Opus, Schönstatt y Legionarios han reemplazado a los Jesuitas, Franciscanos y Verbo Divino del pasado siglo. La elite económica chilena siempre ha creído conseguir (comprar) el “descanso eterno” ligándose a alguno de estos grupos religiosos y dejándose manipular ingenuamente. Es una herencia de los conquistadores españoles.

Me gusta más la religiosidad yanki, británica o alemana: a través del trabajo alaban a Dios y se acercan al cielo.

Tomás Huneeus Madge

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